lunes, 20 de diciembre de 2010

EL LARGO CAMINO HACIA LA SOLEDAD

Yenifer Aristizábal
Universidad de Antioquia


Según el plan de desarrollo del municipio de Medellín, en la ciudad hay 54.203 personas entre los 70 y 74 años. Entre ellas, María Plazas una mujer de 70 años que ahora vive con la soledad y se pasea con la tristeza.

Doña María Plazas pasa su tiempo entre la cocina y la habitación con la compañía distante de don Alberto su esposo. Doña María es profesional en cuidado de los hijos y se desempeña como una excelente cocinera.

Ella pasó cuarenta años de su vida trabajando con su esposo en la fotografía familiar. Recorrió en su compañía, la mayoría de los pueblos santandereanos y boyacenses, tomando fotos a los niños de las escuelas. Viajando, trabajando de asistente de su esposo y cuidando del hogar y la familia, a la mujer de aquel entonces no le quedaban muchas horas de descanso; sin embargo, a la de ahora se le hace eterno el día sin muchas alternativas para entretenerse.

Después de liquidar la fotografía por dificultades económicas doña María y su familia vivían del trabajo de los hijos. “Patricia cuando empezó a trabajar ya era la que le ayudaba al papá en lo que podía, después el hijo (Ricardo) empezó a trabajar y él también colaboró mientras se lo llevaron a prestar servicio militar” comenta Doña María, mientras con sus manos llenas de tiernas arrugas hace un movimiento nervioso e inconciente.

Así vivieron por un tiempo, Patricia la hija de doña María y don Alberto se hizo cargo de la economía del hogar; sin embargo, ella después se casó y salió del país con su esposo. Este fue el primer paso de los ancianos padres hacia la soledad, “hay veces me siento sola, porque en realidad estoy sola hay veces” lo dice doña María con su rostro mojado por el llanto y la tristeza que le produce recordar.

Su hija les envía desde Estados Unidos parte del dinero necesario, del dinero para el arriendo y los servicios no deben preocuparse, pese a esto los demás gastos dependen de la ayuda esporádica de la familia, ayuda que doña María no pide pues le da vergüenza. A pesar de sus necesidades y tristezas ella no se siente completamente abandonada, “Dios siempre está conmigo”.

Doña María estudió hasta tercero de primaria, realizó estudios de modistería y siempre le interesó lo relacionado con peluquería y estética; sin embargo, esto último ya no lo practica, sólo en ella misma al notársele lo bien cuidado que tiene su cabello y uñas, ahora le dedica un poco de su tiempo a la modistería, que en el entorno familiar le ayuda a ganar un poco de dinero y a distraerse un rato.

También le dedica un momento en las tardes, al terminar de hacer el almuerzo y descansar su espalda y piernas fatigadas después de un rato de pie, al crochet, pues es más económico y le permite distraerse y dejar de pensar en sus dificultades, “llega una edad en la que ya no es como antes, uno ya no puede hacer lo mismo”.

Doña María quisiera integrarse con otras personas mayores, pese a esto las únicas alternativas que tiene son los grupos de tercera edad, estos grupos no la motivan pues su edad no le permite realizar los ejercicios físicos, porque le duele y cansa estar sentada mucho tiempo. Por unos meses, frecuentó las clases de pintura a las que asistía su hermana Marta, allí se divirtió y aprendió con sus compañeras de edades mayores. El único problema es que los $145.000 no los tiene y si los tuviera no los podría destinar a este gasto.

La actualidad de doña María es similar a la de muchos ancianos que no tienen una vida libre de preocupaciones, por eso piensa que los ancianos no cuentan con garantías para una vejez tranquila “algunos ancianos tienen forma para vivir tranquilos, muchos otros viven de la caridad” dice doña María y comenta además que: “si hay dos o tres a los que ayudan son de suerte, porque a los de la tercera edad los rechazan”.

Pasar del rechazo a la aceptación y ver la vejez como una etapa de la vida y no como una discapacidad, es el principio para envejecer dignamente con los beneficios y privilegios necesarios. “los ancianos merecen tener una vejez amable, con respeto, deben ayudarlos porque ellos vuelven a su niñez, en realidad los de la tercera edad, somos nuevamente niños”.

En la encuesta de percepción ciudadana de la Corporación Medellín Cómo Vamos, las personas perciben y otorgan el respeto hacia niños y ancianos una calificación de 2,9 en una escala de 1 a 5. “yo pienso que hay personas que no les llama la atención ayudar a los abuelos” esto lo dice doña María y afirma que, “los ancianos deben tener el lujo de una vejez en que coman, vistan y los atiendan bien, que no los humillen tanto”.

Doña María sueña con que se les respete a los ancianos todos sus derechos en especial, el “derecho a ser tratado con dignidad”.

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